Sanctuary Lodge with our friends

Como te conté en la nota anterior cuando empezó el safari quedé fascinada con los animales y el entorno en donde viven.

Ver jirafas, elefantes, leones, cebras, hienas, monos, jabalíes (pumba como los llaman en swajili 🙂 ) y una gran cantidad de aves en su estado natural fue una aventura que nunca me imaginé que iba a vivir.

Disfruté del espectáculo y a la vez en ciertos momentos no pude evitar pensar en lo vulnerables, frágiles y desprotegidos que estamos en un entorno tan diferente al que habitamos.

Pumbas 🙂

En algunos tramos de la travesía nos rodearon olores intensos; tan difíciles de describir como de ignorar; y que me hicieron lamentar más de una vez tener buen olfato.

El día que llegamos al Tarangire National Park pasamos por una zona donde, unas horas antes, una leona había cazado una cebra. El aire estaba impregnado con un fuerte olor a sangre y descomposición. Frente a nosotros, los restos de una cebra eran disputados ferozmente entre las hienas, las aves de rapiña y un león rezagado. La escena no fue fácil de presenciar y a la vez, no tenía nada de antinatural; formaba parte del ciclo de vida en la sabana. Los animales, los carnívoros, tienen que cazar para sobrevivir.

En ciertas partes del camino, nos encontramos con moscas tse-tsé, insectos molestos con un zumbido persistente y una picadura dolorosa. Vimos banderas negras y azules colgadas en algunos árboles, y nos explicaron que se usan para atraerlas y alejarlas de otros lugares. Por eso nos recomendaron evitar esos colores en nuestras vestimentas. Me pregunto si habrá moscas daltónicas 🙂

En el Tarangire National Park, los baobabs son parte del paisaje con su presencia imponente. Son árboles inmensos que no pasan inadvertidos. Supe que es considerado el árbol nacional de Tanzania y se lo conoce también como el «Árbol de la Vida» porque pueden almacenar grandes cantidades de agua en sus troncos y eso los convierte en una fuente vital de hidratación durante la temporada seca en especial para los elefantes.

Hicimos un safari nocturno, y lo que más me inquietó no fueron sólo los depredadores, sino el rifle que llevaba uno de los acompañantes de Sammy. Aún me pregunto si tenía balas reales o dardos tranquilizantes.

Vimos cebras corriendo a nuestro paso: Pensé en cómo muchos animales viven en un estado de alerta permanente tanto de día como de noche. En ese paseo tuvimos la suerte de ver un leopardo, que quedó encandilado por las luces de nuesto vehículo ¡Qué animal hermoso! También a una leona con sus cachorros y unos búfalos justo en el momento de su cena 🙂

Al día siguiente tuvimos salir temprano hacia uno de los paseos y eso me dio la oportunidad de ver y fotografiar este maravilloso amanecer.

En el camino vimos una escena como sacada de un documental. Frente a nosotros, una leona estaba camuflada en un pozo de arena, agazapada, lista para atacar a alguna de las cebras que comían ajenas al peligro. Una de las reglas del safari es no interferir en el curso natural de los acontecimientos, así que nos quedamos en silencio, convertidos en espectadores de un desenlace que parecía inevitable.

Sabíamos que algo «malo» estaba a punto de suceder. Aunque ¿qué significa realmente «malo» en este contexto? Para la leona, cazar era una cuestión de supervivencia: necesitaba alimentar a sus crías y a sí misma. Lo malo en la naturaleza no existe, hay necesidad e instinto de supervivencia. La escena que se avecinaba era parte del ciclo natural, aunque en mi caso, yo no quería presenciarla.

Peligro

De pronto, el grupo de cebras que estaba detrás de la leona percibió su presencia. Sus cuerpos se tensaron y quedaron inmóviles con la mirada fija en la amenaza y sin hacer ningún ruido. Como si enviaran un mensaje silencioso, el resto de la manada hasta entonces despreocupada que dejó de comer y puso atención en la leona. Solo las cebras que estaban de frente a la depredadora y además en peligro continuaron distraídas.

El momento de tensión se alargó. Todo parecía indicar que la cacería se concretaría, pero las cebras desprevenidas, sin una señal aparente, comenzaron a correr y lograron escapar. La leona, frustrada, salió del pozo y quedó unos instantes observando la estampida. No sé los demás, pero yo sentí un alivio inexplicable al ver que su ataque había fallado.

La elección del alojamiento fue un aspecto clave para este viaje. Cuando estuvimos en el Tarangire National Park nos hospedamos en el Sanctuary Lodge, un lugar diseñado para integrarse con el entorno y atendido por un equipo atento y muy amable que nos hizo sentir cómodos en todo momento.

Las habitaciones eran carpas lujosas, muy bien equipadas hechas de una lona plástica gruesa y resistente, lo suficientemente firme como para brindar una sensación de seguridad, aunque en el fondo no dejaba de ser sólo una delgada barrera entre nosotros y la inmensidad salvaje de allí afuera. Dormir ahí fue toda una experiencia: una mezcla de asombro, emoción y también, no quiero engarñarte, de miedo.

Durante la noche todo se transformaba: nos movíamos escoltados por los empleados del campamento por razones de seguridad. Nos indicaron que no podíamos salir de la carpa y que, si necesitáramos algo o surgiera una emergencia, teníamos que encender la linterna o llamar por la radio que teníamos en la habitación y alguien vendría en nuestro auxilio.

Y la oscuridad… La oscuridad en estos lugares no se parece a ninguna otra. Me pareció más densa, más absoluta, sumada a los sonidos propios y constantes de la vida salvaje y completamente desconocidos para nosotros. Un crujido, un aullido, nos recordaba que estábamos en territorio ajeno, vulnerables ante la majestuosidad de la naturaleza.

2 respuestas a “Tanzania (Episodio 4)”

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