Pasaje Rivarola, Barrio de San Nicolás, Buenos Aires, Argentina

https://www.instagram.com/verbo_ar/
https://www.instagram.com/rodolfoseide/

Quiero ser original, preguntar cosas nuevas y me doy cuenta que no lo soy, que estoy estancada en lugares comunes.

Mariela me invita a recorrer su casa, me muestra los diferentes ambientes, llenos de color, de curiosidades, me muestra su última adquisición un bellísimo cuadro de Renata Schussheim. Le pregunto si ella hace arte y me contesta que no se atrevería, le pregunto si tiene alguna preferencia por alguna técnica artística y me dice que por lo textil.

El arte es su refugio, su remanso. Le pregunto cómo eligió las obras de los artistas que adornan sus paredes, estantes o vitrinas y me responde que algo tuvo que conmoverla, algo en esa obra tuvo que tocar alguna fibra interna.

Me identifiqué con esas palabras. Pensé que algo similar me ocurre a la hora de elegir sobre los lugares, y en especial las personas, sobre las que quiero escribir o con las que quiero relacionarme, necesito apasionarme, necesito que algo toque mi corazón y lo expanda.  Siento que tenemos algo en común.

Me cuenta sobre otra colección que dejó en su casa anterior, la que compartía con Mora, su hija y que ahora quedó para ella. No le pregunté si le fue fácil dejar atrás algunas obras pero luego de escuchar el tono amoroso mientras conversaba con Mora por teléfono, pensé que esa pregunta hubiese estado de más. Love is in the air.

Algo cambia cuando nos sentamos a la mesa donde ella toma algunas notas de trabajo. Comenzamos hablando de su último libro El Arte está en casa realizado durante la pandemia, donde entrevistó a 141 mujeres, un proyecto faraónico; el contrato decía que debían ser sólo 30. Esta anécdota describe con la pasión que Mariela trabaja. Le pregunto si se aburre con facilidad, me responde que mucho 🙂

Algo nos liberó, nos dimos cuenta que somos de la misma generación, hablamos del amor, del compañerismo, de la vida.

Intercambiamos regalos en un gesto que se dio espontáneo, amoroso e inesperado. Miramos un cuadrito donde hay dos pandas y nos reímos recordando una anécdota que leí en alguna nota, nos sacamos una selfie, nos dimos un abrazo, me sentí muy feliz y agradecida de haber cumplido un sueño, hubiera sido cursi decírselo, será quizás más cursi cuando Mariela lo lea 🧡

Agradezco a Mariela Ivanier por su tiempo y confianza; también a Rodolfo Seide y Vero Martínez Castro por ponerla en mi camino.

Una respuesta a “Crónicas Porteñas 31 – Mariela Ivanier Colección Rivarola”

Deja un comentario

Tendencias